La consigna de Dharma Books es “hacer libros, propagar la literatura y la poesía, entender al lector, cuidar al autor, haciendo el menor daño posible a todos los involucrados”, explica el co fundador Raul Aguayo.
Te presentamos el último catálogo de libros de Dharma Books. Conoce sus propuestas y zambúllete en el mundo de las editoriales independientes.
Ciudad de México, 21 de diciembre (SinEmbargo).- ¿Quieres conocer una editorial con publicaciones cuidadas, precios accesibles, diversos tópicos y que dé espacio a nuevas plumas mexicanas? Dharma Books es la opción ideal. El nombre proviene de la época universitaria del co fundador Raul Aguayo, cuando leyó al poeta Sam Hamill, quien utilizaba el concepto de “dharma” (el camino del Buda) para la instrucción poética:
“En cualquier actividad, ya sea poética, artística o de cualquier tipo, hacer el menor daño posible, al mundo, a la naturaleza y a otros seres humanos”. Esta es la consigna de Dharma Books: hacer libros, propagar la literatura y la poesía, entender al lector, cuidar al autor, haciendo el menor daño posible a todos los involucrados”, explica Aguayo.
Te presentamos el último catálogo de libros de Dharma Books. Conoce sus propuestas y zambúllete en el mundo de las editoriales independientes.
La posteridad- Juan Alcántara
El libro La posteridad de Juan Alcántara está constituido por dos poemas: Poema esquimal y La posteridad. Es preciso decir que siempre se hace una lectura personal de un libro de poemas. La primera vez que leí este libro de Alcántara me enfrenté, al abrir el libro, ante un extrañamiento. El verbo enfrentar es exacto: el tamaño de las letras de las palabras en Poema esquimal enfrentan al lector, digamos, lo sacan de la costumbre de leer en letra normal de 11 o 12 puntos. Lo interesante también es que el poema comienza con la línea viejas palabras, como si esas viejas palabras fueran grandes, tuvieran tanta importancia que la única manera de mostrarlo fuera a partir de su tamaño.
Balara/Asgard- Roger Santiváñez
Se trata, entonces, de un libro construido como un bifronte en el que dos poemarios, Balara y Asgard y otros poemas (o viceversa), se engarzan para formar dos piezas de un mismo engranaje, la máquina de un universo que se retroalimenta entre sí, creando algunos lazos comunes o vasos comunicantes que ofrecen buen viento al lector para sortear esta marea de versos con los que el poeta Roger Santiváñez vuelve al ruedo poético y vuelve a recrear en alegorías un mundo que trina (o aúlla) en la palabra.
Aquí el silencio no descansa– Enrique Urbina
Este libro es un poemario que intenta explicar la muerte. Al entender la muerte del otro el yo poético se entrelaza en los significados de su propia muerte que es un ritual que como eje recorre casi todos los poemas. Por ello, en este libro ver, observar, mirar, es siempre el movimiento hacia lo inasible, hacia un nacimiento que no recordamos y hacia una muerte que no percibimos. Este movimiento también altera la finalización de cada poema, quedando suspendido entre lo que se dice, lo que se expresa y el acantilado del silencio.
Algo tan oscuro que no tiene nombre- Andrea Alzati
Andrea Alzati […] muestra un interés agudo por la exégesis y la materialidad del sino lingüístico. Me imagino a la autora descubrir las palabras inscritas en un periódico o revista, como si fueran jeroglíficos ilegibles o fascinantes enigmas, y en medio de un trance como el de la médium, suprimir las asociaciones convencionales y descubrir alternativas insólitas, como hizo el semiólogo suizo. Es posible que la intención de la autora, al labrar estos poemas en su libreta, haya sido cancelar función comunicativa y decantarse por la poética; o hacernos reflexionar sobre nuestra vacilante relación con las palabras y sus evocaciones o señalarnos el abismo entre lo que leemos, recordamos y miramos».
Estación Aldebarán– Rosa Durán
Aquí estamos ante una poética radical. Empezamos con un viaje sideral, sostenido en su logrado trabajo de lenguaje –Latín, Troya, Fauna– que se plasma en constelaciones, telúricas & magnéticas [Vallejo dixit] líneas de lírico erotismo. La elípsis de su ritmo aplica una entrega maldita, sensual, piedrestrella; suavidades y orígenes […] Y –como Rimbaud– Rosa Durán tampoco quiso ser poeta, pero el tiro le salió por la culata: es una de las grandes, en el centro de un mundo que estalla en mil pedazos; étnicos, históricos, indios, malinches y rulfos. Salve!
-Roger Santiváñez
Mínimas Despedidas– Lorea Canales
La escritura de Lorea Canales tiene una voz peculiar: como hecha sobre las rodillas, fingidamente descuidada, pero pletórica de sustancia, sin adornos ni alardes. Es como si en cada historia se se colocara en el centro de una nebulosa y no tuviera tiempo de abarcar toda la extensión, dejando en el lector la sensación agridulce de haber atrapado sólo una mínima parte de algo más vasto.
-Fabio Morábito
Naturaleza Muerta– Miguel Cosío Woodward
Un asesinato, un detective, un ambiente cerrado, una vuelta de tuerca tras otra, cada personaje es sospechoso, todos mienten, todos tienen una coartada, la estructura redonda, en apariencia clásica, del whodunit a lo Agatha Christie, pero ¿qué pasaría si la historia está contada desde la víctima después de la muerte? ¿Y qué pasaría si la victima fuera además un profesor de filosofía?
-Daniel Espartaco Sánchez
Llegada la hora– Karla Zárate
“Hay algo siniestro en cocinar para los condenados a muerte”, confiesa John Guadalupe Ontuno, protagonista de esta novela donde la pena capital, la sazón, el erotismo y el crimen celebran un maridaje tan oerturbador como apetecible. Instalado en los fogones de la prisión de Polunsky, en Texas –capital mundial de ese ojo por ojo disfrazado de justicia que son las ejecuciones–, Ontuno se adentra en el inframundo carcelario como un observador privilegiado de la condición humana –o inhuamana, según se vea. En medio de presos a los que no se les conoce por su nombre sino por su número, a merced del Chief Brown, director del presidio –paradigma del hombre prepotente y despreciable, a quien John Guadalupe sueña secretamente con matar–, los días en Polunsky transcurren en un ambiente de pesadilla diurna. Aquí, la suerte de los trabajadores puede cambiar en cualquier momento, pues en la anestesia del infierno incluso un condenado a muerte es capaz de poner en riesgo el destino de los que le sobrevivirán.
-Bernardo Esquinca
Évelyn– Inti García Santamaría
La poesía de Inti siempre me ha dicho algo. Algo de sí mismo. Soy consciente de que hablo de mí y que no digo “la poesía de Inti siempre dice algo”. Yo no sé a ustedes. Es difícil saber. Pero de lo que la poesía me dice a mí, siempre he sabido. De ese saber inconsciente que la poesía despierta en mí; en este caso: la emoción partida por la decepción constante de un país clasista sin salida.
– Dolores Dorantes
Las buenas costumbres– L. M. Oliveira
El Mustang Rojo de Sebastián vuela y ruge, pero la velocidad no alcanza para huir de lo que eres. Quizá la adrenalina te distraiga de los dolores que cargas en el corazón, porque el corazón va como loco lidiando con ella, y entonces te excitas y rebosas de júbilo. Puede ser que la concentración que pones en el camino, en el sonido del motor, en el temblor del volante, alivie el peso que traes en la cabeza. Pero huir de lo que eres, eso no. Somos lo que somos, aunque eso puede terminar si una vaca se atraviesa en tu camino y, por más que pisas el pedal del freno y sostienes la dirección del auto con las fuerzas de tus brazos, todo se rompe. Entonces quedas suspendido en la quietud, con los ojos cerrados, bajo la tenue oscuridad de los párpados.
Un hijo virtuoso– Jaime Mesa
Intento extasiarme con el partido, más, más, cada vez más, aunque mi cerebro me manda señales para advertirme que este cosquilleo que ahora siento, este espectáculo que se promete como lo máximo por los siglos de los siglos, el enfrentamiento entre dos seres que por la televisión se han vuelto mitológicos, se terminará tan pronto alguien anote una carrera.
El caníbal ilustrado– Antonio Ortuño
En El caníbal ilustrado, Antonio Ortuño nos integra con una labor de periodista, columnista y reportero a las diferentes dimensiones del mundo, o mundillo, literario. Todo lo que rodea, participa o funciona como escenario de la literatura, y los personajes que integran dicho escenario. Twain, Ibargüengoitia, reflexiones hechas por Cristina Rivera Garza, Borges, Revueltas, Chabon… Pero tratándose esa otra parte del mundo que poco tiene que ver con el arte de escribir o de leer. Y lo recorremos junto con él mientras lo escuchamos masticar cada gesto que se va cruzando; escudriñando con ese gran angular, o con un microscopio, aquello que se quiere pasar como verdad.
Reuniendo textos cortos que han sucedido a lo largo de veintiún años, fraguados desde el lugar del espectador, como el autor lo dirá. Antonio Ortuño, sobre todo, nos constatará que no es cualquier espectador. Es uno que ha desarrollado molares en los ojos. Y aunque los temas parecieran interesar solamente al público dedicado a leer y a escribir es también para toda persona que quiera inmiscuirse en los círculos (y teatros) creados por los humanos, por la condición humana y sus anhelos, su soberbia y el absurdo en el que va desencadenando. Las creencias, la evidencia, los fragmentos que va dejando el caníbal a su paso y en la lectura terminamos por ensamblarlos.
Matate, amor– Ariana Harwicz
Existen libros verdaderamente originales, esos que traen algo nuevo, algo que abre puertas y ventanas y permite que la brisa entre y se lleve las telarañas del mundo literario . Matate amor es, definitivamente, uno de esos libros.
– Samantha Shweblin
Quisiera quedarme quieta- Lilián López Camberos
Quisiera quedarme quieta es el primer libro de relatos de Lilián López Camberos. En las diversas voces de las diferentes personajes de cada cuento quienes, a su vez, son las narradoras, se abre un vasto mundo interior que se va profundizando gracias al mundo exterior. La narradora y personaje lo acepta, evidenciando lo absurdo de la realidad, la hace suya y, también, la rechaza, o se rechaza a sí misma en lo que encuentra.
Relatos íntimos, melancólicos, con cierta agudeza cómica, que van combinando equilibradamente las sensaciones, la descripción del lugar, las voces de los demás personajes, que retan a la narradora a salirse de sí misma, y donde a la narradora entregándose, peleando con su propia resistencia. Dejando los finales abiertos con toda naturalidad en espera de que, más adelante, en otros relatos, o en lo que siguió, pudiera quedarse quieta y terminar por transfigurar el dolor que la hace huir.
Todas las fiestas de mañana– Miguel Cane
“Fiestas, fiestas, me siento solo e invento una”, dice Luciano Reed, Lux para Estefanía, Lucifer para Rodrigo, cuando quien lee ya se encuentra avanzado en el recorrido sin tregua, como lanzarse por un tobogán, de Todas las fiestas de mañana, de Miguel Cane. Narrada con la voz exterior de una tercera y la voz interior de una primera persona, la historia de Luciano Reed se bambolea en el tiempo, entre varios instantes del pasado que buscan asirse a un presente que solo se alcanzará al final, allí donde se encuentra esa luz que nunca se apaga pese a un accidente —pánico y peligro— que parece, luego de detonarlo, oscurecer todo, fiestas y soledad aparte. Novela de aprendizaje tardío, la creada por Cane es lo mismo una bien labrada joya que una herida familiar y abierta que de pronto sana, devenida cicatriz literaria, evidente en su fulgurante permanencia.
-David Miklos
Un montón de escritura para nada– Sara Uribe
Una escritura crítica y afectiva, que subvierte al tiempo que reconoce las estrategias de la tradición, y que describe con humor la poesía escrita por mujeres dentro de un sistema literario patriarcal, se entreteje en los poemas que conforman este volumen. La voz de la poeta imaginada o recordada que aparece en estos textos es dolorosa y descaradamente cínica, pero también y sobre todo, irónica. Es decir: habla, pero disimula; pregunta, pero fingiendo ignorancia.
En suma: dice una cosa, pero da a entender lo contrario. Retratada en su vulgar y trivial cotidianidad, siempre incómoda, la poeta indaga en las contradicciones de la producción de escritura del siglo XXI. A veces también huye, o busca techo, o simplemente cae. Se pregunta por el futuro y por este presente de explotación y condiciones precarias cada vez más aterradoras que, por cierto, desbordan la práctica literaria. Tal vez por eso, como quien encuentra un poco de luz, mira al pasado o a su alrededor y dialoga con otras escrituras. No solo porque ella no es otra cosa que un yo de fotocopias, también porque, como lo señala Sara Ahmed, las citas son memoria feminista.
Porque citar es reconocer nuestra deuda con aquellas nos precedieron; con aquellas que nos ayudaron a encontrar nuestro camino cuando el camino estaba oculto porque nos desviamos de las sendas que nos habían dicho que siguiéramos. Este montón de escrituras para nada es, pues, una senda desviada que se abre con desparpajo entre y con las voces de muchas mujeres para cuestionar o, mejor dicho, para demoler eso que llamamos “normalidad”.